Páginas empapadas, las más sinceras y sanadoras.
Una práctica para liberarte de cargas emocionales.
Después de unos días sin hacer ejercicio, sin mi práctica de escritura y sin comer alimentos muy naturales, es decir, sin llevar mi rutina base, esa que me mantiene lo más posible en mi centro, estallé.
“Estallar” para mí significa no poder contener más eso que está guardado por alguna razón. Haber estallado, en cierta parte fue “bueno”, porque salió a la luz eso que llevaba ya un rato atrapado en mi mente, cuerpo y sobre todo corazón. “Estallar” antes era diferente para mí, se trataba de reaccionar sin pensar tanto, solo responder de forma inmediata. Creo que el cambio está en que ahora estallé en mi cuaderno, escribiendo. Me permití escribir tal cuál lo que sentía y pensaba, sin miedo al juicio, y no tanto al de alguien que pudiera leer lo que escribí en mi libreta (eso es mal karma, por cierto), sino al juicio de mí misma.
En ese estallo, me acompañaron las lagrimas, esas que salen apenas con un ligero y suave parpadeo. Esas que no son “exprimidas”, esas que al ser tan sinceras, apenas y hace falta que el ojo haga un esfuerzo para liberarlas. Esas que son profundas porque tocan lo más interno del corazón, quizás las heridas que se crearon desde que somos muy niños.
Las páginas empapadas me dan calma desde niña, quizás es que por eso expresarme a través de la escritura me gusta tanto. Era lo que tenía a mi alcance cuando era niña al intentar comprender la vida. Escribir lo que sentía, me emocionaba y dolía, me daba claridad, aunque en ese momento se sentía como hablar conmigo trazando palabras y dibujando corazones en las agendas que le robaba a mi papá.
Me molestaba escuchar que las cosas que te gustaban en la niñez te daban la guía de a qué podrías dedicarte y ser feliz con eso. Creo que a veces está muy claro, pero aunque esté muy claro, no le prestamos atención, y no le prestamos atención porque tal vez no estamos listos para recibir esa información. Tal vez no estaba lista o tal vez me negaba a aceptar que no podía ser tan “simple”, “sencillo”, pero es que no tiene que ser complicado, ¿por qué queremos complicarlo? Si hay algo que te emociona, te prende, te hace sentir bien, en expansión y se te van las horas al hacerlo, pos mija, es por ahí.
Creo que cuando somos niños tenemos claro lo que nos gusta y no cuestionamos mucho si hacerlo o no, solo lo hacemos porque se siente bien, porque es divertido, porque nos llama y porque no tenemos tantas cosas en la mente que nos hagan poner en duda nuestro valor. Porque sí, creo que el no hacer algo, es en gran parte por dudar de uno mismo.
Esta toma de consciencia de que la escritura es una medicina para mí (y creo que para muchas personas más), llegó cuando me dediqué a escribir con soltura, como te decía… sin el miedo a que incluso una versión mía del futuro, me juzgara por lo que estaba sintiendo y expresando en el momento. Cuando expresas sin ese miedo, encuentras libertad.
Las páginas empapadas son sanadoras, pero requieren sinceridad con nosotros mismos y seguridad (de que nadie va a leerlas, jaja) para que expresemos eso que a veces estamos reprimiendo, dejando en la sobra ¿Hace cuánto no te permites una práctica de escritura profunda y honesta? ¿Hace cuando no empapas esas páginas de autenticidad? Si esto resuena contigo, si te llama, si te dan ganas de hacerlo, resérvate un tiempo para llevar a cabo esta práctica.
Atravesar por situaciones que nos hacen sentir “bajoneados”, puede ser incómodo, retador y sí, doloroso, pero es necesario otorgar espacio para poder integrar el regalo que esas situaciones que vemos como adversas nos traen. Creo que se trata de darnos chance de sentir lo que toca sentir. Si me caigo, no me voy a hacer como si todo estuviera perfecto y levantarme en el segundo uno para luego caminar chueca, jajaja. En su lugar, voy a decir probablemente una grosería, me voy a levantar con cuidado y me voy a sobar, jaja. Y claro, no voy a volver a pasar distraída por ese lugar que sé que no es seguro para caminar…
Benditas sean las páginas empapadas y bendito sea nuestro niño interior, dejémosle tomar el control más seguido. No te quiero distraer más, ve por esa libreta, drena ahí lo que sientes y déjate ser libre, no te enjuicies, empapa tus páginas y dale chance al cambio.
Pd: este texto lo escribí hace tres meses y lo dejé en borradores. Hoy, que ya no me encuentro en el mismo lugar, me alegra saber que me otorgué el espacio para sentir lo que tocaba sentir, y al mismo tiempo, que no me quedé en ese mismo lugar. Me permití sentir esa tristeza, enojo y decepción y luego cambié mis acciones y me enfoqué en lo que ahora toca para hoy estar en otro lugar.
Con amor, Karla.